Día 555, domingo
El campamento donde estaba instalada la Asociación se encontraba muy probablemente en una zona escondida de la sierra de la provincia de Lima. Aunque bien podría tratarse de la sierra de Canta o de Huaral. La primera impresión que tuvo Kusunoki al bajarse del camión fue estar parado ante el equipo de rodaje de una película extranjera. En la parte central del campamento estaba levantado un inmenso toldo que se asemejaba a la carpa de un circo. Alrededor, se habían instalado pequeñas carpas, todas iguales: cuneiformes, de rayas azules y blancas. Una vez que los pasajeros del bus se apearon, un sinmúmero de hombres y mujeres de todas las edades los rodearon. Todos estaban vestidos de blanco. En ese preciso instante, la impresión que tenía Kusunoki de todo aquello cambió: ya no se sentía en medio del equipo de rodaje, sino en Gamínedes, la luna más grande de Júpiter. De entre todos ellos, un tipo más bien joven, vistiendo una correa negra de donde colgaba un teléfono celular satelital, se dirigió a ellos. Les dio la bienvenida con las manos pegadas en la espalda. Su nombre era Raily y se presentó a sí mismo como su guía espiritual y material en el fugaz -puso énfasis en aquello de "fugaz"- paso que tendrían en el campamento de la Asociación. Les enseñó las reglas, que estaban talladas en piedra y pegadas a la orrilla de un río que pasaba muy cerca del campamento, calificándolas de "extremadamente simples". La primera regla era, obviamente, nunca salir del campamento. "Si uno ha venido buscando algo, tiene que quedarse hasta encontrarlo", explicó Raily, con un acento que parecía norteño. La segunda consistía en respetar los horarios dispuestos por la Asociación, los mismos que contemplaban ocho horas de trabajo, nueve de sueño y siete de ocio. La tercera tenía que ver con las horas de comida y de aseo personal (incluídas en las horas de ocio, según comentó Raily). La cuarta dictaba: "Se respetará al encargado de velar por el sistema y el orden del campamento de la Asociación como si se tratara del propio Presidente". ¿El Presidente?, preguntó Takeshi Kusunoki. "El Presidente a quien nos referimos aquí en el campamento no es el mismo al que se refieren afuera", explicó Raily. "Se trata del Presidente Gonzalo, el creador del concepto de armonía y nuevo orden mundial que se conoce aquí como la Asociación". Kusunoki quedó patidifuso. ¿En qué mierda se estaba metiendo? La quinta regla resultaba un poco redundante: "Todo lo concerniente al campamento y sus integrantes estará a disposición del Presidente". Según explicó Raily, toda disputa, falta de conducta, robo, maltrato, negligencia o problemas de género, era resuelto según lo dictado por el Presidente. Los casos de mayor envergadura, o aquellos que debían ser tratados con suma delicadeza, eran atendidos por el Presidente personalmente, por lo que muchas veces se debía esperar una semana o dos hasta que él llegara para ser resueltos. ¿No vive acá?, preguntó Takeshi. "No", respondió secamente. "El Presidente vive en la ciudad, es un hombre muy ocupado. No puedo jactarme de ser amigo personal suyo, pero lo conozco. Me tiene mucha confianza. Incluso, en una oportunidad, me invitó a almorzar a su casa. Por lo que pude ver, se pasa el día entero escribiendo y escribiendo. ¡Es un artista! ¡Un iluminado!". Raily se quedó callado un rato, mirando a Takeshi a los ojos, mientras los demás novatos eran conducidos a sus respectivas carpas, las mismas que tendrían que compartir con una persona o más. "Su madre", dijo para concluir Raily, "es una persona encantadora".
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